viernes, marzo 30, 2007

¿DÓNDE SE PERDIÓ LA HISTORIA?
  • La duda es si basta la belleza de la forma para sostener el desarrollo de una novela.

A pesar del oficio desarrollado por Cristián Barros en Tango del viudo (Planeta, 2003) y que por momentos recuerda a Pessoa (Libro del desasosiego) o Saramago (Todos los nombres), su sola encomiable prosa no alcanzó para salvar la novela. Tras leer pausadamente, imposible de otra manera, doscientas treinta y seis páginas, muchas de ellas encandilado, aunque -en más oportunidades que las aconsejables- ayudado del diccionario, y cuando la muerte por inanición caía sobre Tango del viudo, la obra vuelve a emerger. Esta vez de la mano de Annaja O’Riam (dieciocho años: delicada, esquiva e ingenuamente sensual). Las páginas que siguen a la inserción de esta joven y del opiáceo mundo que rodea a sus abuelos, mientras el novel Pablo Neruda (cónsul en Rangún) huye de su amante birmana, Josie Bliss, ni delicada, ni esquiva, ni mucho menos doncella decorosa, estuvieron a punto de consagrar al autor. Sin embargo, ese viento de cola no sopló lo suficiente como para que la narración volara sin contratiempos. Barros se engolosinó tanto con las palabras que olvidó que una novela también debe contar una historia.

En medio de su lectura que avanzaba adelgazando el tiempo al infinito, me pregunté: ¿por qué entonces me sorprendo mirando el reloj y calculando las horas que faltaban para volver a sumirme en sus muchas páginas (según el critico Montañés le sobran más de cien)? Muy sencillo. Estaba atrapado por la curiosidad de descubrir si la forma basta o, si por el contrario, la ausencia de una historia identificable terminaría por fagocitar la novela.

Tras cerrar el libro, recordé que cuando leí Rayuela, veinte años atrás, quedé con una duda análoga. A diferencia de Barros, Cortázar entretuvo al lector obligándolo a ir para atrás y luego para adelante en una especie de juego del tirabuzón, junto con brindarle un relato potente. En aquellos años, fui escéptico de que el tablero de dirección propuesto por Cortázar agregara fuerza o suspenso a su historia.

Pero el solo hecho de que el autor de Tango del viudo me despertara el interés por releer Rayuela basta para que sienta gratitud. ¡Qué gusto haber podido rebobinarme con Maga y su cósmica presencia! Al extremo que pensé si aún sería posible retomar, al menos, algunas de las banderas de los sixties. Concluí que en un mundo como el actual, donde lo exitoso tiende a responder a fórmulas que garantizan su consumo y desecho, deben destacarse esfuerzos como el de Barros, que se atrevió a buscar una estructura formal que se adentrara en territorios literarios más peligrosos, aunque no haya salido victorioso del todo.

(Publicado en Revista Capital, N°112, julio de 2003, p. 158).

jueves, marzo 29, 2007

KAWABATA: PAÍS DE NIEVE

... y la turba se tomó la televisión. No hubo más espacio en ella para los claroscuros. Se prefirió el cegador brillo de los colores chillones de una farándula procaz, exhibicionista, tan criolla como huasa. Los estelares se llenan de geishas nacionales, incitadas, sin que les cueste mucho, a hablar de sus intimidades públicas. ¡Qué me pueden importar a mí!

Ni el canal católico tuvo voluntad para abstraerse y también cedió al rating que asegura el vómito copular de los protagonistas de la fama.

Cómo se te ocurre que estoy rasgando vestiduras: en beneficio de qué. Sí, en favor de qué me preguntó un amigo al que le expuse mi desazón. Si sigues por esta línea argumental podría pensar que quieres contrabandear con alguna ideología, previno. Ya me basta con la vacía prédica dominical, agregó con su usual, pero aún necesario, anticlericalismo.

No, claro que no, respondí. Ni por un minuto añoro algo que pudiera ser considerado análogo al oscurantismo que por tantos años se opuso a la difusión de las letras.

Estoy pensando en que si optas por erotizarte, entonces deja de lado el porno light de las gemelas y procura al menos una sensualidad que supere tus propios genitales. Lee, por ejemplo, aquellos pasajes extraordinarios donde Shimamura, el protagonista del “País de Nieve”, permite que Kawabata se estremezca al ver la imagen de la joven Yoko, aquella muchacha sentada al otro lado del pasillo del vagón en que viajan, reflejada en su ventanilla.

Fue ese espontáneo destello el que permitió que Shimamura pensara lícitamente en el pecho de la joven y no el escote plástico expuesto con ostentación ante la cámara televisiva. Si el relato hubiera sido así de obvio, nadie, ni mucho menos Shimamura, podría haber sentido la turbación de inexpresable belleza que lo sublimó mientras ese rostro femenino continuó flotando en el paisaje crepuscular tamizado por el cristal.

Desgraciadamente no es esa la sensualidad que gobierna hoy nuestra modesta, aunque popular, televisión, pero -al menos- no olvides que ese otro erotismo también existe y, lo más importante, que es capaz de conmoverte aunque tu papel de lobo no permita reconocerlo en público.
(Publicado en Revista Capital, N°110, junio de 2003, p. 128 - bajo el nombre “Sensualidad”).

lunes, marzo 19, 2007

DERECHA: INSISTE EN LA MISMA YA FRACASADA FÓRMULA.


Leo la entrevista que a continuación transcribo, publicada en el 2005, y advierto que todo sigue igual, incluso tras la muerte de Pinochet. Por lo mismo pienso que vale la pena incorporarla en este blog y que se complementa con las columnas "Lavín y el Conde Mosca" y "Elección 2005" que aparecen posteadas más abajo.

Liberal de tomo y lomo, este abogado y escritor asegura que la “prácticamente irremontable” superioridad de Michelle Bachelet se debe a que la transición no ha terminado. “La derecha no ha logrado deshacerse de todos sus colgajos dictatoriales y de las personas que estuvieron en el gobierno militar”, sentencia.
Su último acto de libertad fue independizarse, en cinco días, de su sociedad por 18 años en el estudio de Barros, Court & Correa. A sus 48 años, se ve realmente contento por haberse atrevido a dar este paso, que coincide con uno de sus años más fructíferos en su otra apasionada faceta: publicar su primera novela, “Al Otro Lado”, editada por Random House-Mondadori, cuyo lanzamiento fue uno de los más comentados del último tiempo y ha contado con auspiciosa crítica.
Abogado de la Universidad de Chile y presidente de Libertades Públicas A.G. –que nació para defender la exhibición de “La Ultima Tentación de Cristo”–, Juan Ignacio Correa Amunátegui es ante todo un gran conversador, de aquellos que escasean en tiempos del predominio de la eficiencia y las meras disputas políticas por el poder, capaz de prender algunas luces para explicar el presente.

Paradójicamente, su libro, que comienza en 1965, tiene bastante que ver con el Chile de hoy: “Fue la primera vez en la historia del siglo XX que un partido (la DC), en menos de un año, abraza la Presidencia y la primera mayoría en la Cámara de Diputados. Eso significó el fin de un mundo político agrario que dominaba el país”.
–¿El fin de una elite?
Exacto, porque la Reforma Agraria no tuvo ningún fundamento económico, sino que esencialmente político: arrebatarle el poder a un sector. Por los demás, los estudios posteriores han demostrado que fue un desastre en materia económica. Pero sí tuvo un resultado ciudadano: el patrón y el obrero agrario redujeron sus distancias.
–Y 40 años después, ¿cómo definirías al Chile de hoy, con una Michelle Bachelet arrasando en las encuestas y una derecha muy nerviosa ante el escenario parlamentario?
Lo que más me llama la atención es que hoy, tanto la derecha como la izquierda no tienen un proyecto definido. Existe una ansiedad por el poder, con una Concertación que se agotó en la dicotomía democracia-dictadura. Pero no existe un “pro” algo. En política se debe actuar en función de un proyecto con convicción, en pos de un sueño. El poder descarnado prostituye.
–Sin embargo, varios analistas, incluso de derecha, adjudican al Presidente Lagos la consolidación del verdadero cambio en Chile, a pesar de los temores que él provocaba en un principio...
El temor que provocaba Lagos era propio de una reacción chilena tan bipolar. Claramente, la Concertación ha sido un esquema político que le ha dado estabilidad al país y que le ha generado condiciones sociopolíticas que le ha permitido concretar un régimen económico liberal y consolidar, al final, lo que se inició con los “Chicago boys” de la mano de Pinochet. Y Lagos viene a ser el típico representante de la izquierda post caída del muro, ésa que estaba sumida en un profundo pozo, desde fines de los ’70 hasta fines de los ’80, donde claramente Margaret Thatcher y Ronald Reagan llevaron el puntal de las ideas, pero que se renovó.
–¿Es lo que estaría pasando en Chile?
No, esa hipótesis no es del todo correcta, porque la situación está bastante dividida. Fue la derecha la que fue capaz de congregar a 400 profesionales en los Talleres Bicentenario y entregar, después de un trabajo de varios meses, un proyecto bien definido y a fondo del programa de gobierno. En cambio, la Concertación no ha sido capaz de generar un proyecto similar. En ese sentido, creo que Alfredo Jocelyn-Holt tiene razón cuando dice que Michelle Bachelet “es un producto de marketing populista y mediático”. Hoy no sabemos con claridad lo que es la izquierda en cuanto a su contenido.
–Muchos creen que ese cuestionamiento de Alfredo Jocelyn-Holt a Michelle Bachelet terminó beneficiándola...
Creo que él no buscaba perjudicar a la Bachelet. Más lo vi como la inquietud de un intelectual, lúcido, que quería aclarar ciertos puntos de ella en su trayectoria y sus orígenes políticos, como sus relaciones con el mundo militar, por ejemplo. Así también, pude ver a los tres candidatos presidenciales en el Senado y, al final, me pregunté: “¿Dónde están las diferencias?”. Esas que antes, cuando se trataban los temas de igualdad y desigualdad, permitían visualizar muy bien qué era la derecha y qué la izquierda. Pero ahora hasta en los propios Talleres Bicentenario se puso el tema de la desigualdad como una prioridad de la derecha.
–Pero en las encuestas la gente todavía cree que el tema de la igualdad es de la Concertación...
No es un tema de credibilidad, sino de que pareciera que las barreras entre derechas e izquierdas ya no existieran. Aunque las derechas históricamente han estado más vinculadas a la tradición y a la continuidad, lo que las ha hecho también ser más proclives al autoritarismo como una herramienta para contener el cambio. Pero la gente tiene posición hacia la derecha o izquierda sin tener contenido, como si genéticamente naciera así. Y obviamente que en un país pobre, el valor de la izquierda es el cambio, salvo la vez que lo tomó Lavín, en su campaña anterior. Pero si te vas a los programas de gobierno de cada uno de los candidatos, las diferencias son insustanciales, está más en el oficio. Hoy hay un cierto empate entre la izquierda y la derecha en el ámbito de las ideas.
–¿Cómo se explica que la Concertación no haya sufrido un desgaste de su popularidad después de 15 años?
La gran aliada de la Concertación ha sido la salud de Pinochet. Eso se demostró en la segunda vuelta de Lagos con Lavín: el eje dictadura-democracia sigue siendo sustantivo a la hora de votar en Chile. Con todos los involucramientos judiciales de Pinochet y su familia, tanto por las cuentas del Riggs como por los derechos humanos, la gente mantiene un compromiso muy importante hacia la Concertación. No creo, como sostienen algunos, que la transición se acabó. Conozco mucha gente que podría votar por la Alianza, pero que no lo hace bajo ningún punto de vista porque la derecha no ha logrado deshacerse de todos sus colgajos dictatoriales y de las personas que estuvieron en el gobierno militar, que aún los representan. Eso se mantendrá mientras esa alianza de los sectores de derecha y la dictadura no se rompa, como sí sucedió en España, donde la derecha se renovó.
–¿Por qué cree que la derecha no ha logrado renovarse en Chile?
Porque sigue estando enquistada en ella gente que estuvo involucrada en hechos de sangre, ya sea por responsabilidad política, delictual o mera negligencia administrativa. Esa gente sigue postulando a ser reelegida, lo que se ve tanto en la UDI como en Renovación Nacional. Aunque sean elegidos por votación popular, ellos llevan ese estigma marcado en la frente a fierro candente. Así, la derecha está indisolublemente unida a violaciones de derechos humanos, ya sea porque los civiles inventaron la doctrina de seguridad interior del Estado o sencillamente porque sus ministros exiliaron o hicieron desaparecer a personas que eran sus contradictores políticos basados en esa doctrina.
“Si la elección fuera mañana, veo a Lavín y a Piñera muy derrotados... Pero espero que esta derrota no sea en vano y provoque una fuerte renovación en la DIRIGENCIA DE LA derecha”.
–Pero así y todo, Lavín estuvo a 30 mil votos de ganar en la elección pasada...
Porque no coincidió la elección presidencial con la parlamentaria, por lo tanto no estaba atado a toda esta gente. Pero hoy, cuando parece irremontable la votación de Piñera y Lavín, salvo que pasara algo muy grave, los partidos están más preocupados de su subsistencia parlamentaria. Y algunos políticos están preocupados de llenar el liderazgo que hasta hace un año tenía Joaquín Lavín, que ahora representa al pinochetismo.
–Mucho se ha criticado la campaña Lavín, incluso en la derecha, ¿hoy la gente quiere más contenido y menos “farándula política”?
Entendiendo por farándula el actuar en función de los medios, y no de las ideas, insisto que Bachelet tampoco escapa a ella. No tiene un programa concreto, salvo que representa el paraguas general de la izquierda, con ejes de mayor igualdad, anti autoritarismo, mayor libertad, modernidad y cambio, los que permiten que la gente esté instintivamente a su favor.
–Pero hay mucha expectación en torno a ella, porque sería la primera mujer en llegar a La Moneda...
Ese ingrediente de novedad que ella aporta es más cercano a una moda, a una farándula, que a un contenido. Si un Presidente es hombre o mujer, es irrelevante. La Thatcher fue capaz de ser bastante hombre, no titubeó ni un segundo en hacer zarpar a toda la Escuadra inglesa para defender las Malvinas. Por algo le decían “la mujer de hierro”.
El día después
–¿Cree que la derecha llega con un candidato a diciembre?
En la encuesta del CEP queda claro que en la segunda vuelta no se saca un voto más, por lo que da lo mismo si es Piñera o Lavín el que llegue.
–¿Cómo se imagina que quedará la derecha después de estas elecciones?
El tiempo jugará un rol importante. Pinochet se morirá, algunas personas de mayor edad, que presiden ambos partidos, se tendrán que ir. En la derecha la renovación debe ser muy profunda; debe deshacerse de toda relación con el gobierno militar vinculada a los atropellos a los derechos humanos. La explicación de que “son mis amigos”, como le escuché recientemente a Lavín, no es una respuesta política.
–Concretamente, ¿cómo ve a Lavín y a Piñera el 12 de diciembre próximo?
Si la elección fuera mañana, a ambos los veo muy derrotados... Haciendo ciencia ficción, me los imagino incriminándose mutuamente. Pero espero que esta derrota no sea en vano y provoque una fuerte renovación en la dirigencia de la derecha.
–¿Una derecha moderna debería afirmarse en qué postulados?
Basta mirar un poco hacia atrás; lo que hizo un Reagan y una Thatcher o los “Chicago boys” aquí, de la mano de Pinochet. Pero no sólo en lo económico, sino que hay que consolidar una derecha que en lo político tenga un convencimiento absoluto de que el único régimen político justo y eficaz es la democracia y que hoy, en el siglo XXI, se deben tolerar todos los pensamientos: hay que sumar en vez de aplastar a los que piensan de otro modo. Se requiere una derecha totalmente convencida del valor de la pluralidad.
–¿Se imagina a la UDI asumiendo una transformación así?
¡No tengamos mitos! La UDI no tiene ningún proyecto permanente, es un partido extraordinariamente pragmático, aunque algunos en lo personal son intolerantes. Pienso que es gente que está por el poder y eso se ha visto en temas relevantes, donde no actúan por principios y cambian su discurso a la velocidad del rayo. Por ejemplo, Pablo Longueira no titubeó en llegar a un acuerdo con Lagos cuando el tema del MOP empezó a complicarse, si con ello lograba aprobar las leyes para modernizar el Estado.
Bachelet y Zapatero
–Mirando hacia el otro lado, gente de derecha mira con tranquilidad los encuentros de Michelle Bachelet con Rodríguez Zapatero, imaginándose un estilo de socialismo español...
Que visite a Zapatero me parece importante, al igual que tenga roce internacional y que abra los ojos cuando viaje. Esos contactos son claves para las decisiones que debería tomar en la Presidencia. ¿Tendrá en los ministerios sociales gente como Andrés Velasco o va a optar por personas más cercanas a Camilo Escalona? Y supongo que estos viajes de internacionalización la van a llevar a darse cuenta de que el esquema de Escalona es volver a los años 60, como lo es el sector que representa Lorenzini dentro de la DC. Para mí, ellos son muy equivalentes a lo que vivía Salustiano (el protagonista de mi novela) en 1965. ¿Cómo va a ser posible que uno siga viendo en algunas manifestaciones callejeras de la izquierda a gente que tiene estampado en su camiseta el rostro del Che Guevara, asesinado en 1967? Desde aquella fecha, ¿no hay otro sueño? Eso también es aplicable para la derecha. Hay que volver a tener ilusiones, porque la gente se mueve por convicción, no sólo por poder.
María Olivia Browne
Fotos: Ronny Belmar
(Entrevista a Juan Ignacio Correa publicada en Revista Cosas, 19 de agosto de 2005, Nº749).
LOS PREMIOS, ¿PREMIAN?
  • La posmodernidad contamina y hasta los galardones literarios estan perdiendo credibilidad. Del Nobel para abajo, que entre paréntesis sigue y sigue perdiendo altura.

Sartre al rechazar el Nobel (1964) manifestó que ese premio desde hace cierto tiempo tiene un color político, y agregó que su aceptación era análogo a ser marcado a fuego con la leyenda: es de los nuestros (Le Nouvel Observateur, 19 de noviembre de 1964).

Con anterioridad, el ruso Borís L. Pasternak (El doctor Zhivago), tras la negativa de las editoriales soviéticas de publicar El doctor..., lanzó esa novela en Italia, lo que le significó ser denunciado como traidor, entre otros por la Unión de Escritores Soviéticos, y amenazado por el Politburó al ostracismo siberiano si no anunciaba públicamente su voluntad de no partir al exilio y, además, de rechazar el Nobel, que se le había concedido (1958).

Cuando la reciente galardonada, la austriaca Elfriede Jelinek, anunció que no irá a Suecia a recibir el Nobel, me dije: ¡esta mujer sí que se las trae! Dado los tiempos que corren no está de más recordar que ese premio asciende a la suma nada de despreciable de 10 millones de coronas suecas (1,3 millones de dólares). Creció mi entusiasmo cuando Jelinek señaló, en la misma entrevista, que siempre había pensado que ese premio se lo darían antes que a ella a su compatriota Thomas Bernhard (El sobrino de Wittgenstein, Anagrama, 1988). Esa referencia me hizo recordar los comentarios de aquel notable narrador, poeta, iconoclasta y autor teatral, tempranamente fallecido: Aceptar un premio no quiere decir otra cosa que dejarse defecar en la cabeza, en especial, porque aquél siempre lo entregan personas incompetentes. Sólo en la mayor necesidad y cuando están amenazadas la vida y la existencia, y únicamente hasta los cuarenta años, se tiene derecho a aceptar un premio que lleva consigo una suma de dinero.

No sé si exagera, pero tanto esas afirmaciones como la otra, también de Bernhard, me han dejado muy pensativo: En los países que los premios dependen de los ministerios, aceptar un premio ya es una perversión, pero aceptar un premio nacional es la mayor de las perversiones.

En Chile, Camilo Marks reconoce que los galardones literarios son una institución cada vez más desprestigiada y que incluso a veces son más bien motivo de deshonra. No debe olvidarse que con ocasión del discernimiento del Premio Nacional de Literatura, en el año 2000 y que benefició a Raúl Zurita, el poeta Miguel Arteche denunció que éste se había transformado en el Premio Nacional de la Política. La malicia atribuida públicamente a la ex-ministra de Educación, al señalar que Armando Uribe jamás lo ganaría mientras ella estuviese al mando de esa cartera, confirma la acusación de Marks. La razón de estado invocada habría sido la publicación por parte de Uribe de una Carta abierta a Patricio Aylwin (Planeta, 1998), que criticaba la política del padre de la ministra.

Estos hechos imponen un decisivo cambio en la conformación del jurado del Premio Nacional de Literatura y que hoy se integra por el Ministro de Educación, el Rector de la Universidad de Chile, un miembro del Consejo de Rectores, un representante de la Academia Chilena de la Lengua y el último galardonado (vale decir, los señores signatarios del poder estatal hacen mayoría).

No podría decir que Raúl Zurita escribió y publicó Poemas militantes (Dolmen, 2000), meses antes de que se discerniera, en conflictivo lance, el Premio Nacional de Literatura del año 2000, pensando en éste, pues el vate, autor entre otras obras de Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982), El amor de Chile (1987) y La vida nueva (poema visualizado sobre los cielos de Nueva York, 1994), no necesitaba de ningún abyecto guiño al poder o parecer como el “poeta oficial” para ser distinguido con ese premio. Pero de lo que no tengo dudas es que si la decisión de ese galardón estuviese por completo desvinculada del gobierno habría, al menos, esperado la decisión del jurado antes de publicar el laudatorio Canto XIV, incluido en Poemas militantes, en el cual el Presidente Lagos es entronizado en el Parnaso (residencia de Apolo y de las musas, un lugar privilegiado para la inspiración poética y musical).

(Publicado en Revista Capital, N°146, diciembre de 2004, p. 176).

viernes, marzo 16, 2007

ELORDI, JUEGA y GANA

Hace unos años cuando leí La caravana (Dolmen, 1995) lamenté no haber participado en la desquiciada expedición recreada en esa novela y que lidera un chileno llamado Cascabel -¿el alter ego de Santiago Elordi?-. En esa obra, Cascabel-Elordi narra su periplo de regreso desde el Norte de América, incluso cuenta que espera ir más allá de Chile: a Tsalal, una isla caracterizada como una línea de tierra cosida al horizonte y que según la cartografía mundial se ubica en la punta del planeta. Con tal propósito, Cascabel conforma una tripulación: Jerónimo un cubano desquiciado: el hombre de los mil rostros y vestiduras, el mago de la luz y las palabras, el que todo lo transforma en gracia; Max, un frágil y lucido dandie, una especie de Oscar Wilde americano, sofisticado y educado por una tía solterona; e, Ivonne, una frívola y misteriosa argentina cocainómana. Todos ellos vivirán sobre un clásico Buggatti, que les permite alcanzar más de 200 kilómetros por hora una vez que desembarcan en el puerto de Iquitos (y que llaman Babieca, igual que el caballo del Cid Campeador), una experiencia matizada de vivencias simbólicas y lúdicas, también enloquecidas, cultos nocturnos, escenas circenses, locuciones radiales, en fin, darán curso a la Gran Comedia del Mundo. También, ese viaje puede ser leído como un rito iniciático, que promete conducir a los viajeros a tierras ignotas, donde podrán llevar a cabo su sueño-utopía.

Si bien la lectura de esa primera novela enfrenta ciertos obstáculos formales de una edición imperdonablemente negligente; sólo un fanático linotipista o una vestal de la gramática española podría desmerecer ese encuentro poético extraordinario que se nos presenta en La Caravana en razón de estos tontos ripios.

Ahora, Elordi irrumpe con Cartas a Dios desde un prostíbulo (Norma, 2004) relatándonos las peripecias vividas en un exclusivo lupanar que sólo recibe mujeres, a las que se les atiende su alma antes que su cuerpo, lo que no excluya que al partir se vayan grata y orgásmicamente reconfortadas, pues sólo esa terapia espiritual previa a que son sometidas, tumbadas en glamorosos almohadones, mientras escuchan absortas el Decamerón, las Epístolas de Horacio, los poemas de Safo y, además, saborean trufas, chocolates, ostras y otros alimentos afrodisíacos, les permite recuperar su atribulada autoestima.

En este nuevo viaje exploratorio, Elordi vuelve a criticar a la actual sociedad, lamentando que ésta haya perdido toda capacidad de asombro y de comprometerse con ideales de largo plazo, más allá de aquellos inherentes al mundo del dinero o de los winners, como le ha dado a la siutiquería nacional por llamar a ese perecedero mundo.

Por el contrario, los protagonistas de La Caravana y de Cartas… no trepidan en buscar un compromiso menos transitorio. Será esa opción la que les permitirá sobrevivir cuando su sueño-utopía se destroce ante la pesadilla-realidad. Ambas obras están hermanadas por esa comunión existencial entre los personajes, la que crea una solidaridad que concluye siendo indisoluble, marcada a fuego por historias de fraternidad, y facilita que Elordi juege y gane en esta nueva aventura que pone a disposición de los lectores.

Finalmente, resulta destacable que, a la inversa de lo sucedido en su primera novela, en Cartas… se haya evitado el tono declamatorio que domina algunos pasajes de La Caravana, y que, de ese modo, Elordi haya liberado a su mensaje de cierto moralismo estereotipado que lo hacía por instantes muy pedante.
(Publicado en Revista Capital, N°148, enero de 2005, p. 112).

lunes, marzo 12, 2007

MELISSA BANK: ¿CHICK LIT?

· La escritora ha sido llamada "la hermana pequeña de Woody Allen".

Melissa Bank vive en la actualidad en Nueva York. Con el antecedente de haber trabajado en una agencia literaria y como redactora publicitaria, en 1999 debutó con Manual de caza y pesca para chicas (Anagrama). El riesgo de estar ante otra autora representante del temible género Chick Lit (esto es, literatura escrita por y para mujeres profesionales jóvenes con estilo, solteras, que viven en ambientes urbanos -generalmente Londres o Manhattan-, con el psicoanálisis incrustado en la piel, relatando sus vidas amorosas y laborales con un abierto componente sexual y humorístico), era alto. Con el libro en la mano me pregunté, ¿esta Melissa Bank también será una neurótica adorable, como la precursora de ese género: Helen Fielding (El diario de Bridget Jones)?

Al concluir la lectura de Manual de… (siete relatos interconectados por su protagonista Jane Rosenal) entendí por qué han llamado a Melissa Bank “la hermana pequeña de Woody Allen”. Tampoco encontré raro -por ende- que otros advirtieran su fina sintonía con la serie Sex and the city.

Pero, como les exige la exitosa agente literaria del boom latinoamericano, Carmen Balcells, a los escritores primerizos que pretenden sus servicios, ¿sería capaz Melissa Bank de consolidar su aguda, inteligente y divertida pluma en una segunda obra?

En la web encontré una entrevista suya donde explica su leitmotiv literario: “…buscaba escribir algo que resultara realista para mí. Al principio sentía cierto desdén sobre mi propia vida como material de trabajo. Intenté escribir sobre los pobres, las prostitutas, de los cuales yo no tenía la menor idea y por eso no me salía nada interesante”.

Su segunda entrega, Un lugar maravilloso -relato en ocho capítulos también interconectados- (Anagrama, 2006), nuevamente da cuenta de una prosa ágil, llena de diálogos envidiables y monólogos igualmente de ácidos. Quedé fascinado con su atmósfera neoyorquina. Sentí que había vivido en esa ciudad. En pocas palabras o pensamientos, Melissa Bank dice mucho. Tampoco se repite. Imposible desconocer que su escritura ha madurado. No en vano se tomó seis años para escribir Un lugar…

En esta nueva obra pululamos por NY de la mano de Sophie Applebaum, su protagonista, que no es otra que el alter ego de Melissa Bank, una típica antiheroína de provincia a la que acompañamos desde su pubertad, a principios de los años 70, y que seguimos a lo largo de un cuarto de siglo por bar-mitzvahs, colegios y trabajos; aguantando a sus volátiles y muy tradicionales hermanos y a unas abuelas tremendas; ilusionándose y desilusionándose de sus novios, en fin.

La mirada escéptica de Melissa Bank no es obstáculo para dejar de reconocer que si bien el poder y la riqueza de los Bronstein (otros personajes de Un lugar…) es inmensa, el verdadero poder y riqueza les proviene del hecho de que son una familia, como se concluye al final de la obra (p. 378). En el páramo en que se vive, el sueño de ser una familia no es poca cosa, ¿no les parece?.

(Publicado en Revista Capital, N°193, noviembre de 2006, p. 159)

LAVÍN y EL CONDE MOSCA

En La Cartuja de Parma, Stendhal a través del conde Mosca reproduce la atmósfera moral de la Restauración instaurada por la Santa Alianza en 1815. La lectura de esa obra no sólo es aconsejable por su mérito literario, sino que también por lo modernísimo que resultan los consejos que el conde Mosca da al joven Fabricio a fin de ayudarlo a purgar el grave pecado de haberse unido a Napoleón tras su retorno de la isla de Elba.

Tal como previno a Fabricio para que tuviera éxito en esa tarea, ahora que entraba al seminario de Nápoles, clamándole para que evitara toda asociación a Voltaire, Diderot y a todos esos desquiciados franceses que preconizaban un parlamento bicameral; estoy seguro que si hoy el conde Mosca pudiera transformarse en generalísimo de Lavín, le advertiría sobre los riesgos políticos que enfrenta con sus gestos de solidaridad hacia aquellos civiles que ocuparon cargos políticos durante el gobierno militar y cuyas firmas aparecen en documentos que permitieron la desaparición, relegación y otros horrores de ciudadanos opositores. O bien, cuya incapacidad fiscalizadora permitió que funcionarios subordinados fueran utilizados en labores de seguimiento que terminaron con el asesinato, por ejemplo, de Tucapel Jiménez. O bien, cuya información proporcionada a los organismos de seguridad concluyó con la desaparición de personas, como ocurrió con el investigador de la Universidad Católica Juan Ávalos Davidson.

No sería raro que Lavín refutara al conde Mosca, señalándole que no puede aceptar que se cuestione judicialmente a personas a quienes él reconoce como de probada rectitud moral.

A pesar que esa fidelidad trasunta honestidad, Lavín tiene el infortunio, a la inversa de lo ocurrido en su anterior lance presidencial, que el próximo diciembre habrá elección conjunta de presidente y parlamentarios y que esos civiles pretenden su respaldo político para ganar un sillón en el congreso.

Lavín tiene que desprenderse expresa e inequívocamente de toda asociación a horrores que hibernan en las sentinas de la memoria nacional y que cada cierto tiempo (Informe Valech) es interrumpida, forzada o espontáneamente, con la fuerza del cataclismo.

El test de la blancura sobre si sus gestos de solidaridad tan sólo tienen un carácter humano o también un componente político, será la futura planilla parlamentaria aliancista. Si en ella continúan figurando esos civiles en vez de individuos libres de toda inculpación, política o penal, y Lavín hace campaña junto a ellos, asumirá la responsabilidad política de esos terceros y de pasada, en alguna medida, repondrá en la escena política el dilema del plebiscito del 88.
(Publicado en Revista Capital, N°152, marzo de 2005 , p. 112).

martes, marzo 06, 2007

BEATRIZ PICHI MALEN y LÁGRIMAS DE LUNA

Empresas CMPC (la Papelera) celebró sus 85 años poniendo a disposición de la ciudad de Santiago la exposición Lágrimas de Luna (Museo de Bellas Artes), que reúne valiosas piezas de la platería mapuche. Los asistentes al acto conmemoratorio aún admiraban la sobrecogedora instalación de responsabilidad de Jacqueline Domeyko, con la colaboración de Árbol Color, cuando las potentes luces del hall central se desvanecieron para iluminar sólo una pequeña tarima. Al unísono emergió, con la fuerza del cataclismo, la voz de Beatriz Pichi Malen (tataranieta del cacique Coliqueo, nacida en Los Toldos, Provincia de Buenos Aires), coronando una noche como pocas.

El punto más álgido de su presentación, difícil permanecer impasible al advertir como nuestra piel sin oposición se electrizaba, fue cuando se interpretaron los temas Canción para dormir a un niño y Pewen Tayül. El primero, relata el llanto y miedo de unos niños ante el acecho de los zorros; y el segundo, es una canción a las coníferas de la precordillera andina, que se presenta como un diálogo entre el que cosecha y el árbol. En ambas composiciones, sobresalen los tiempos nominalmente lentos, silenciosos y pensativos, que -sin embargo- generan un dinamismo que transmite un irresistible deseo de vivir.

Los Cantos Ancestrales Mapuche que conforman la música de Beatriz Pichi Malen dan cuenta de su compromiso de búsqueda con aquellas voces antiguas transmitidas de generación en generación, muchas de ellas recogidas en su producción discográfica “PLATA” (Acqua Records, 2000, se puede adquirir en el Museo Precolombino). En esa producción, los instrumentos sagrados-rituales, como cascawillas, kultrun o xuxuka, conviven armoniosamente con modernas guitarras, samplers y sintetizadores, y entregan un marco étnico que es a la vez antiguo y contemporáneo.

Tanto los sonidos guturales como la ilación de los cantos en Mapundungun (su lengua materna) conectan al oyente con la Madre Tierra, lugar desde el cual brota su música, y también lo empalman con las emociones que la vida nos despierta.

Para muchos, su música aparecerá como una extraña pieza de colección, admirada por la condición mapuche de las canciones que integran su repertorio. Para otros, ejercerá un extraño polo de atracción que los pondrá en contacto con algo tan profundo y ancestral como es una ceremonia indígena. También para algunos, aunque no en último lugar, será un objeto de consumo exótico.

Pero estoy seguro que para los observadores sin prejuicios la música de Beatriz Pichi Malen les rememorará tanto las Canciones a la muerte de los niños de Mahler como la Sinfonía N°3 de Górecki, llamada Las Lamentaciones; pues en toda esa música se emulan sonidos desesperados, gritos sordos de vida, que advierten sobre nuestro tiempo finito, que no se pueden silenciar, y que se ensamblan, con magia, a la luz excepcionalmente brillante y directa que emana al oírla por primera vez y que no disminuye en las futuras audiciones.
(Publicado en Revista Capital, N°154, abril de 2005, p. 136).