lunes, marzo 19, 2007

DERECHA: INSISTE EN LA MISMA YA FRACASADA FÓRMULA.


Leo la entrevista que a continuación transcribo, publicada en el 2005, y advierto que todo sigue igual, incluso tras la muerte de Pinochet. Por lo mismo pienso que vale la pena incorporarla en este blog y que se complementa con las columnas "Lavín y el Conde Mosca" y "Elección 2005" que aparecen posteadas más abajo.

Liberal de tomo y lomo, este abogado y escritor asegura que la “prácticamente irremontable” superioridad de Michelle Bachelet se debe a que la transición no ha terminado. “La derecha no ha logrado deshacerse de todos sus colgajos dictatoriales y de las personas que estuvieron en el gobierno militar”, sentencia.
Su último acto de libertad fue independizarse, en cinco días, de su sociedad por 18 años en el estudio de Barros, Court & Correa. A sus 48 años, se ve realmente contento por haberse atrevido a dar este paso, que coincide con uno de sus años más fructíferos en su otra apasionada faceta: publicar su primera novela, “Al Otro Lado”, editada por Random House-Mondadori, cuyo lanzamiento fue uno de los más comentados del último tiempo y ha contado con auspiciosa crítica.
Abogado de la Universidad de Chile y presidente de Libertades Públicas A.G. –que nació para defender la exhibición de “La Ultima Tentación de Cristo”–, Juan Ignacio Correa Amunátegui es ante todo un gran conversador, de aquellos que escasean en tiempos del predominio de la eficiencia y las meras disputas políticas por el poder, capaz de prender algunas luces para explicar el presente.

Paradójicamente, su libro, que comienza en 1965, tiene bastante que ver con el Chile de hoy: “Fue la primera vez en la historia del siglo XX que un partido (la DC), en menos de un año, abraza la Presidencia y la primera mayoría en la Cámara de Diputados. Eso significó el fin de un mundo político agrario que dominaba el país”.
–¿El fin de una elite?
Exacto, porque la Reforma Agraria no tuvo ningún fundamento económico, sino que esencialmente político: arrebatarle el poder a un sector. Por los demás, los estudios posteriores han demostrado que fue un desastre en materia económica. Pero sí tuvo un resultado ciudadano: el patrón y el obrero agrario redujeron sus distancias.
–Y 40 años después, ¿cómo definirías al Chile de hoy, con una Michelle Bachelet arrasando en las encuestas y una derecha muy nerviosa ante el escenario parlamentario?
Lo que más me llama la atención es que hoy, tanto la derecha como la izquierda no tienen un proyecto definido. Existe una ansiedad por el poder, con una Concertación que se agotó en la dicotomía democracia-dictadura. Pero no existe un “pro” algo. En política se debe actuar en función de un proyecto con convicción, en pos de un sueño. El poder descarnado prostituye.
–Sin embargo, varios analistas, incluso de derecha, adjudican al Presidente Lagos la consolidación del verdadero cambio en Chile, a pesar de los temores que él provocaba en un principio...
El temor que provocaba Lagos era propio de una reacción chilena tan bipolar. Claramente, la Concertación ha sido un esquema político que le ha dado estabilidad al país y que le ha generado condiciones sociopolíticas que le ha permitido concretar un régimen económico liberal y consolidar, al final, lo que se inició con los “Chicago boys” de la mano de Pinochet. Y Lagos viene a ser el típico representante de la izquierda post caída del muro, ésa que estaba sumida en un profundo pozo, desde fines de los ’70 hasta fines de los ’80, donde claramente Margaret Thatcher y Ronald Reagan llevaron el puntal de las ideas, pero que se renovó.
–¿Es lo que estaría pasando en Chile?
No, esa hipótesis no es del todo correcta, porque la situación está bastante dividida. Fue la derecha la que fue capaz de congregar a 400 profesionales en los Talleres Bicentenario y entregar, después de un trabajo de varios meses, un proyecto bien definido y a fondo del programa de gobierno. En cambio, la Concertación no ha sido capaz de generar un proyecto similar. En ese sentido, creo que Alfredo Jocelyn-Holt tiene razón cuando dice que Michelle Bachelet “es un producto de marketing populista y mediático”. Hoy no sabemos con claridad lo que es la izquierda en cuanto a su contenido.
–Muchos creen que ese cuestionamiento de Alfredo Jocelyn-Holt a Michelle Bachelet terminó beneficiándola...
Creo que él no buscaba perjudicar a la Bachelet. Más lo vi como la inquietud de un intelectual, lúcido, que quería aclarar ciertos puntos de ella en su trayectoria y sus orígenes políticos, como sus relaciones con el mundo militar, por ejemplo. Así también, pude ver a los tres candidatos presidenciales en el Senado y, al final, me pregunté: “¿Dónde están las diferencias?”. Esas que antes, cuando se trataban los temas de igualdad y desigualdad, permitían visualizar muy bien qué era la derecha y qué la izquierda. Pero ahora hasta en los propios Talleres Bicentenario se puso el tema de la desigualdad como una prioridad de la derecha.
–Pero en las encuestas la gente todavía cree que el tema de la igualdad es de la Concertación...
No es un tema de credibilidad, sino de que pareciera que las barreras entre derechas e izquierdas ya no existieran. Aunque las derechas históricamente han estado más vinculadas a la tradición y a la continuidad, lo que las ha hecho también ser más proclives al autoritarismo como una herramienta para contener el cambio. Pero la gente tiene posición hacia la derecha o izquierda sin tener contenido, como si genéticamente naciera así. Y obviamente que en un país pobre, el valor de la izquierda es el cambio, salvo la vez que lo tomó Lavín, en su campaña anterior. Pero si te vas a los programas de gobierno de cada uno de los candidatos, las diferencias son insustanciales, está más en el oficio. Hoy hay un cierto empate entre la izquierda y la derecha en el ámbito de las ideas.
–¿Cómo se explica que la Concertación no haya sufrido un desgaste de su popularidad después de 15 años?
La gran aliada de la Concertación ha sido la salud de Pinochet. Eso se demostró en la segunda vuelta de Lagos con Lavín: el eje dictadura-democracia sigue siendo sustantivo a la hora de votar en Chile. Con todos los involucramientos judiciales de Pinochet y su familia, tanto por las cuentas del Riggs como por los derechos humanos, la gente mantiene un compromiso muy importante hacia la Concertación. No creo, como sostienen algunos, que la transición se acabó. Conozco mucha gente que podría votar por la Alianza, pero que no lo hace bajo ningún punto de vista porque la derecha no ha logrado deshacerse de todos sus colgajos dictatoriales y de las personas que estuvieron en el gobierno militar, que aún los representan. Eso se mantendrá mientras esa alianza de los sectores de derecha y la dictadura no se rompa, como sí sucedió en España, donde la derecha se renovó.
–¿Por qué cree que la derecha no ha logrado renovarse en Chile?
Porque sigue estando enquistada en ella gente que estuvo involucrada en hechos de sangre, ya sea por responsabilidad política, delictual o mera negligencia administrativa. Esa gente sigue postulando a ser reelegida, lo que se ve tanto en la UDI como en Renovación Nacional. Aunque sean elegidos por votación popular, ellos llevan ese estigma marcado en la frente a fierro candente. Así, la derecha está indisolublemente unida a violaciones de derechos humanos, ya sea porque los civiles inventaron la doctrina de seguridad interior del Estado o sencillamente porque sus ministros exiliaron o hicieron desaparecer a personas que eran sus contradictores políticos basados en esa doctrina.
“Si la elección fuera mañana, veo a Lavín y a Piñera muy derrotados... Pero espero que esta derrota no sea en vano y provoque una fuerte renovación en la DIRIGENCIA DE LA derecha”.
–Pero así y todo, Lavín estuvo a 30 mil votos de ganar en la elección pasada...
Porque no coincidió la elección presidencial con la parlamentaria, por lo tanto no estaba atado a toda esta gente. Pero hoy, cuando parece irremontable la votación de Piñera y Lavín, salvo que pasara algo muy grave, los partidos están más preocupados de su subsistencia parlamentaria. Y algunos políticos están preocupados de llenar el liderazgo que hasta hace un año tenía Joaquín Lavín, que ahora representa al pinochetismo.
–Mucho se ha criticado la campaña Lavín, incluso en la derecha, ¿hoy la gente quiere más contenido y menos “farándula política”?
Entendiendo por farándula el actuar en función de los medios, y no de las ideas, insisto que Bachelet tampoco escapa a ella. No tiene un programa concreto, salvo que representa el paraguas general de la izquierda, con ejes de mayor igualdad, anti autoritarismo, mayor libertad, modernidad y cambio, los que permiten que la gente esté instintivamente a su favor.
–Pero hay mucha expectación en torno a ella, porque sería la primera mujer en llegar a La Moneda...
Ese ingrediente de novedad que ella aporta es más cercano a una moda, a una farándula, que a un contenido. Si un Presidente es hombre o mujer, es irrelevante. La Thatcher fue capaz de ser bastante hombre, no titubeó ni un segundo en hacer zarpar a toda la Escuadra inglesa para defender las Malvinas. Por algo le decían “la mujer de hierro”.
El día después
–¿Cree que la derecha llega con un candidato a diciembre?
En la encuesta del CEP queda claro que en la segunda vuelta no se saca un voto más, por lo que da lo mismo si es Piñera o Lavín el que llegue.
–¿Cómo se imagina que quedará la derecha después de estas elecciones?
El tiempo jugará un rol importante. Pinochet se morirá, algunas personas de mayor edad, que presiden ambos partidos, se tendrán que ir. En la derecha la renovación debe ser muy profunda; debe deshacerse de toda relación con el gobierno militar vinculada a los atropellos a los derechos humanos. La explicación de que “son mis amigos”, como le escuché recientemente a Lavín, no es una respuesta política.
–Concretamente, ¿cómo ve a Lavín y a Piñera el 12 de diciembre próximo?
Si la elección fuera mañana, a ambos los veo muy derrotados... Haciendo ciencia ficción, me los imagino incriminándose mutuamente. Pero espero que esta derrota no sea en vano y provoque una fuerte renovación en la dirigencia de la derecha.
–¿Una derecha moderna debería afirmarse en qué postulados?
Basta mirar un poco hacia atrás; lo que hizo un Reagan y una Thatcher o los “Chicago boys” aquí, de la mano de Pinochet. Pero no sólo en lo económico, sino que hay que consolidar una derecha que en lo político tenga un convencimiento absoluto de que el único régimen político justo y eficaz es la democracia y que hoy, en el siglo XXI, se deben tolerar todos los pensamientos: hay que sumar en vez de aplastar a los que piensan de otro modo. Se requiere una derecha totalmente convencida del valor de la pluralidad.
–¿Se imagina a la UDI asumiendo una transformación así?
¡No tengamos mitos! La UDI no tiene ningún proyecto permanente, es un partido extraordinariamente pragmático, aunque algunos en lo personal son intolerantes. Pienso que es gente que está por el poder y eso se ha visto en temas relevantes, donde no actúan por principios y cambian su discurso a la velocidad del rayo. Por ejemplo, Pablo Longueira no titubeó en llegar a un acuerdo con Lagos cuando el tema del MOP empezó a complicarse, si con ello lograba aprobar las leyes para modernizar el Estado.
Bachelet y Zapatero
–Mirando hacia el otro lado, gente de derecha mira con tranquilidad los encuentros de Michelle Bachelet con Rodríguez Zapatero, imaginándose un estilo de socialismo español...
Que visite a Zapatero me parece importante, al igual que tenga roce internacional y que abra los ojos cuando viaje. Esos contactos son claves para las decisiones que debería tomar en la Presidencia. ¿Tendrá en los ministerios sociales gente como Andrés Velasco o va a optar por personas más cercanas a Camilo Escalona? Y supongo que estos viajes de internacionalización la van a llevar a darse cuenta de que el esquema de Escalona es volver a los años 60, como lo es el sector que representa Lorenzini dentro de la DC. Para mí, ellos son muy equivalentes a lo que vivía Salustiano (el protagonista de mi novela) en 1965. ¿Cómo va a ser posible que uno siga viendo en algunas manifestaciones callejeras de la izquierda a gente que tiene estampado en su camiseta el rostro del Che Guevara, asesinado en 1967? Desde aquella fecha, ¿no hay otro sueño? Eso también es aplicable para la derecha. Hay que volver a tener ilusiones, porque la gente se mueve por convicción, no sólo por poder.
María Olivia Browne
Fotos: Ronny Belmar
(Entrevista a Juan Ignacio Correa publicada en Revista Cosas, 19 de agosto de 2005, Nº749).

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