lunes, julio 23, 2007

ZAMBRA: ¿MESÍAS o ESCRITOR?
  • Su trabajo narrativo puede ser advertido como un severo arresto por dotar a sus relatos de una textura abierta, propósito que transforma en cierta medida al lector en autor.
En 2006, nuestro panorama literario vivió un litigio: ¿era Zambra -con Bonsái- el mesías del recambio generacional? En el fervor de esa escaramuza, unos llegaron a asegurar que habría un antes y un después de Bonsái. Por el contrario, otros no dudaron en saltar al cuadrilátero desconociendo tal relevancia. No siempre esas críticas apuntaron a la especificidad de la obra, pues muchas se orientaron a intrascendentes aspectos personales del autor.

En medio de esa infértil riña, leí Bonsái. No me conmovió el experimento de Zambra, como calificó esa novela el escritor peruano Iván Thays. Eché de menos una mayor profundización sicológica. Pero así y todo, cuando menos lo esperaba la atmósfera de Bonsái se me volvía a aparecer.

Este año accedimos a la segunda novela de Zambra: La vida privada de los árboles. En ella, el autor descorrió el velo y mostró que el experimento comenzado con Bonsái formaba parte de un relato mayor. Aún se desconoce la extensión final que tendrá su exploración, pero -en mi opinión- todo indica que ambas novelas se integran en una misma búsqueda literaria, por mucho que La vida privada… sea más melancólica que Bonsái, aunque tan contenida como ésta.

El esfuerzo de Zambra por sólo insinuar en vez de contar una historia cerrada, por omitir antes que decir, está muy logrado y constituye uno de los méritos del conjunto. Al respecto, no hay que olvidar a su alter ego declarando, en La vida privada…, que: A veces la madrugada lo sorprendía barajando retorcidas soluciones para su novela, que no era, con claridad, una novela, sino más bien un libro de recortes o de anotaciones (p. 47); …no es, por fortuna, una novela (p. 51); …son pedazos que sólo después de un esfuerzo enorme podrían constituir una historia, una vida (pp. 102 y 103).

El relato mayor vislumbrado me recuerda a la extraordinaria Irène Némirovsky con su Suite Francesa, obra también inconclusa. Los dos movimientos que conocemos de ese texto están hermanados por una misma tonalidad interna, al igual que Bonsái y La vida privada…, a pesar de que el estilo de Zambra difiere del empleado por Némirovsky.

El trabajo narrativo de Zambra también puede ser advertido como un severo arresto por dotar a sus relatos de una textura abierta, propósito que transforma en cierta medida al lector en autor. Nada más tiránico que esos escritores que no dejan espacios. El público agradece la posibilidad de integrar el texto con sus propias obsesiones, demonios y ángeles. Mientras más campos abiertos existan entre escritor y lector, más podrá éste hacer suya la obra de aquél, haciéndola así más rica y duradera. ¿Acaso no es preferible que existan tantas versiones como lecturas? Relatar la realidad con meticulosidad y sin zonas abiertas jibariza el arte narrativo. Es la existencia misma, descubriendo las posibilidades humanas, lo propio de la ficción. Por ejemplo, ¿tendría el mundo kafkiano la relevancia que ha tenido si diera cuenta de la realidad de una forma exhaustiva y puntillosa?

Me parece que Zambra opta por ser antes que todo un escritor que explora las formas en una búsqueda que persigue desentrañar la condición humana a partir de retazos esenciales y sintomáticos para así -digamos- observar el bosque y no sólo los árboles, y sin pretender travestirse en mesías o paradigma, como claman algunos chamanes criollos.
(Publicado en Revista Capital Nº208, julio de 2007).

jueves, julio 12, 2007

LA REPÚBLICA DE LA FRUSTRACIÓN

Abogado, directivo de Libertades Públicas y columnista, ahora Juan Ignacio Correa llega a la literatura con un libro fino, crítico y emocionalmente perturbador. Es otro registro en la figura de este francotirador.

Le ha gustado la polémica y siempre escribir. Pues bien, madrugando durante años, cumplió la proeza de escribir su primera novela. Al otro lado (Plaza y Janés, 2005) es una frustrada historia de amor, una mirada a las frustraciones políticas chilenas de los últimos 40 años y la anacronía epopeya de un burócrata encargado de la sección manuscrita de la Contraloría contra los avances de la modernidad. Es una novela perturbadora quizá por estar concebida al margen de cualquier capilla y con un protagonista frente al cual puede caber la empatía, pero difícilmente la incondicionalidad o la identificación.

Publicas tu primera novela a los 47 años. ¿Te consideras un escritor tardío?
Hace siete años me di cuenta que existencialmente me faltaba algo y advertí que ese algo tenía que ver más con mi interior que con el exterior. Entonces transité desde una escritura a veces contestataria y la mayoría profesional, a una escritura literaria en la que busco un acercamiento intimo a los personajes que creo.

¿Es la escritura una liberación?

Más bien un cauce. Me ha permitido pensar, o dudar que es lo mismo, sobre la muerte, la trascendencia y todos esos asuntos que han atormentado a los individuos desde siempre.

¿Cuál sería tu canon literario?
Son muchos los escritores que me han dejado su impronta. ¿A quién no? Me es muy difícil pensar en un canon que vaya más allá de lo personal. En lo que se refiere al estilo, muchas veces he querido escribir como Saramago. Otras, como el Vargas Llosas de la Conversación en la Catedral. También como Tomás Mann en La Montaña mágica. Más actuales, se me aparecen McEwan, Kureishi, Paul Auster, Cercas. Hace algún tiempo que se me atraviesa Amélie Nothomb: directa, precisa, inclaudicable. No pretendo atribuirle ninguna universalidad a mi canon, pues temporalmente está muy influido por las últimas lecturas.

¿Ningún chileno?
Hay que desconfiar de todo canon. Por supuesto que González Vera no me dejó impasible. Lo mismo podría decirte de la Bombal, Jorge Edwards y tantos otros. Tampoco quedé indiferente frente al Fontaine de Oír su voz o al Contreras de La ciudad anterior. Pero nuevamente se quedan muchos fuera, partiendo por mis amigos Carlos Franz, Pablo Simonetti y Carla Guelfenbein.

¿Es muy autobiográfico tu libro?
Toda novela tiene elementos autobiográficos. ¡Cómo negarlo! No es casual que Al otro lado esté escrita en primera persona, narrando la vida de Salustiano como si fuera la mía. Pero como dice Vargas Llosas, sólo los escritores sin imaginación tienen como punto de partida y de llegada su propia vida. Yo agregaría y los vanidosos. En Al otro lado lo que interesó fue antes que todo el mundo de los sentimientos. Loreto y misiá Josefa son gente común: sufren, ríen y lloran, como lo harías tú y yo. Los héroes, duros e impenetrables, se los dejo a los demás escritores.

¿De dónde sale Salustiano?
Salustiano, a diferencia de todos los demás personajes, ni siquiera tiene apellido. La otra excepción es Clarita. Quise que ambos compartieran ese rasgo equívoco. Por cierto que esto no es casual. Salustiano es un voyeur que se cuela por cuanta ventana encuentra. No obstante, él siempre está Al otro lado. Entre ser un protagonista o un observador, opta por ser un testigo. Héctor Soto en la contratapa lo define como un burócrata con la contextura y la dignidad de un perdedor, pienso que ese perfil le confiere un carácter universal.

¿Son marginales los otros personajes?
No he buscado ese perfil. Me esforcé más bien porque fueran individuos de carne y hueso, con los pesares y las alegrías que todos tenemos. Los concebí al margen de cualquier caricatura con amor. Creo que ese esfuerzo debe ser una regla de todo creador.

La novela también entra a la política…
Sí, pero desde un ángulo de la fragilidad. Los hombres que intenta dirigir la historia personal de los demás como si los individuos fuésemos meros engranajes del mundo que intentan crear desde el poder, a mí me latean. Pero es innegable que Al otro lado tiene un plano político. ¿Qué no lo tiene? Intenté que fuese una novela muy chilena, imbuida de su idioma y experiencia, tal como lo fue Casa grande en su tiempo y muchas otras. Pero ello había que situar la novela temporalmente en épocas muy definidas y qué mejor que aquellas que representan el derrumbe del mundo agrio y el inicio de la derrota de la dictadura.

¿Qué valores te interesa rescatar a través de la literatura?
No tengo una agenda perfilada. Si logro que mis novelas sean creíbles y honestas, en cuanto al pensamiento y lenguaje, me doy por satisfecho.
Publicada en Revista Capital N°161 de julio de 2005 (p. 100).

jueves, julio 05, 2007

ANIVERSARIO FELIZ

El próximo 7 de julio se cumplen dos años desde el lanzamiento de Al otro lado (Plaza & Janés). La crítica dijo de esa novela:

“El registro de esta novela es sin duda uno de los más interesantes y extraños que se hayan publicado en los últimos veinte años en Chile…” (Francisca Lange, Revista Ercilla).

“… Al otro lado cubre las obsesiones del protagonista (Salustiano) y su ingenuamente lúcida mirada sobre la vida…” (Javier Edwards, Revista de Libros).

“Humor hay, sin duda, en esta novela…” (Rodrigo Pinto, Revista El Sábado).

“…observación social y política tomada del natural, a la ficción paranoica, (esta) primera novela (del autor) se permite ser distinta y original…” (Fernanda Donoso, La Nación).

“… la fineza y agudeza de esta historia es notable y, sobre todo, diferente a lo que surge habitualmente de nuestras letras…” (Revista Cosas”).

martes, julio 03, 2007

(Publicado por Revista Capital, Nº207, julio 2007, p.149)