jueves, julio 12, 2007

LA REPÚBLICA DE LA FRUSTRACIÓN

Abogado, directivo de Libertades Públicas y columnista, ahora Juan Ignacio Correa llega a la literatura con un libro fino, crítico y emocionalmente perturbador. Es otro registro en la figura de este francotirador.

Le ha gustado la polémica y siempre escribir. Pues bien, madrugando durante años, cumplió la proeza de escribir su primera novela. Al otro lado (Plaza y Janés, 2005) es una frustrada historia de amor, una mirada a las frustraciones políticas chilenas de los últimos 40 años y la anacronía epopeya de un burócrata encargado de la sección manuscrita de la Contraloría contra los avances de la modernidad. Es una novela perturbadora quizá por estar concebida al margen de cualquier capilla y con un protagonista frente al cual puede caber la empatía, pero difícilmente la incondicionalidad o la identificación.

Publicas tu primera novela a los 47 años. ¿Te consideras un escritor tardío?
Hace siete años me di cuenta que existencialmente me faltaba algo y advertí que ese algo tenía que ver más con mi interior que con el exterior. Entonces transité desde una escritura a veces contestataria y la mayoría profesional, a una escritura literaria en la que busco un acercamiento intimo a los personajes que creo.

¿Es la escritura una liberación?

Más bien un cauce. Me ha permitido pensar, o dudar que es lo mismo, sobre la muerte, la trascendencia y todos esos asuntos que han atormentado a los individuos desde siempre.

¿Cuál sería tu canon literario?
Son muchos los escritores que me han dejado su impronta. ¿A quién no? Me es muy difícil pensar en un canon que vaya más allá de lo personal. En lo que se refiere al estilo, muchas veces he querido escribir como Saramago. Otras, como el Vargas Llosas de la Conversación en la Catedral. También como Tomás Mann en La Montaña mágica. Más actuales, se me aparecen McEwan, Kureishi, Paul Auster, Cercas. Hace algún tiempo que se me atraviesa Amélie Nothomb: directa, precisa, inclaudicable. No pretendo atribuirle ninguna universalidad a mi canon, pues temporalmente está muy influido por las últimas lecturas.

¿Ningún chileno?
Hay que desconfiar de todo canon. Por supuesto que González Vera no me dejó impasible. Lo mismo podría decirte de la Bombal, Jorge Edwards y tantos otros. Tampoco quedé indiferente frente al Fontaine de Oír su voz o al Contreras de La ciudad anterior. Pero nuevamente se quedan muchos fuera, partiendo por mis amigos Carlos Franz, Pablo Simonetti y Carla Guelfenbein.

¿Es muy autobiográfico tu libro?
Toda novela tiene elementos autobiográficos. ¡Cómo negarlo! No es casual que Al otro lado esté escrita en primera persona, narrando la vida de Salustiano como si fuera la mía. Pero como dice Vargas Llosas, sólo los escritores sin imaginación tienen como punto de partida y de llegada su propia vida. Yo agregaría y los vanidosos. En Al otro lado lo que interesó fue antes que todo el mundo de los sentimientos. Loreto y misiá Josefa son gente común: sufren, ríen y lloran, como lo harías tú y yo. Los héroes, duros e impenetrables, se los dejo a los demás escritores.

¿De dónde sale Salustiano?
Salustiano, a diferencia de todos los demás personajes, ni siquiera tiene apellido. La otra excepción es Clarita. Quise que ambos compartieran ese rasgo equívoco. Por cierto que esto no es casual. Salustiano es un voyeur que se cuela por cuanta ventana encuentra. No obstante, él siempre está Al otro lado. Entre ser un protagonista o un observador, opta por ser un testigo. Héctor Soto en la contratapa lo define como un burócrata con la contextura y la dignidad de un perdedor, pienso que ese perfil le confiere un carácter universal.

¿Son marginales los otros personajes?
No he buscado ese perfil. Me esforcé más bien porque fueran individuos de carne y hueso, con los pesares y las alegrías que todos tenemos. Los concebí al margen de cualquier caricatura con amor. Creo que ese esfuerzo debe ser una regla de todo creador.

La novela también entra a la política…
Sí, pero desde un ángulo de la fragilidad. Los hombres que intenta dirigir la historia personal de los demás como si los individuos fuésemos meros engranajes del mundo que intentan crear desde el poder, a mí me latean. Pero es innegable que Al otro lado tiene un plano político. ¿Qué no lo tiene? Intenté que fuese una novela muy chilena, imbuida de su idioma y experiencia, tal como lo fue Casa grande en su tiempo y muchas otras. Pero ello había que situar la novela temporalmente en épocas muy definidas y qué mejor que aquellas que representan el derrumbe del mundo agrio y el inicio de la derrota de la dictadura.

¿Qué valores te interesa rescatar a través de la literatura?
No tengo una agenda perfilada. Si logro que mis novelas sean creíbles y honestas, en cuanto al pensamiento y lenguaje, me doy por satisfecho.
Publicada en Revista Capital N°161 de julio de 2005 (p. 100).

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