• Creo que pasarán varios años antes de ver el recambio
de liderazgos que la Alianza necesita
Un pétreo sector de la dirigencia política de la Alianza no termina de zafar del pinochetismo. La vez que logró desprenderse de su inhibidora sombra y distanciarse de la dialéctica del SI y NO, estuvo a punto de ganar el sillón presidencial (Lavín versus Lagos). Luego de ese interregno, e inmune a sus derrotas electorales, vuelve a perder toda sintonía con los electores para abrazar con entusiasmo juvenil una estrategia que refleja una preocupante anorexia emocional.
Basta agitar un poco la coctelera del desalojo o de las reminiscencias a la UP para oler un hedor autoritario, ése que bajaba desde los altos del cerro San Cristóbal pisoteando toda la tradición republicana, aunque hubiese sido imperfecta, al son de los sables desenvainándose y de la pesada cadencia del canto de Chacarillas.
Mientras esa dirigencia aliancista no dé un paso al lado, y surja un nuevo liderazgo libre de esas ataduras y espectros, continuará proyectando una imagen autócrata y la Concertación podrá estar tranquila y absorber dos o tres desastres de la magnitud del Transantiago sin que peligre su hegemonía electoral.
No sostengo que la táctica política del desalojo nos devuelva hoy a la disyuntiva entre democracia y dictadura, por mucho que la recuerda. Sería faltar el respecto a los lectores. La cuestión es más sutil que esa fofa caricatura.
¿Qué hacer?
Me parece inimaginable que el cambio necesario lo implementen los actuales líderes aliancistas. Si no han tenido esa lucidez política antes, no veo porqué la tendrían ahora.
En un mundo ideal el cambio pudo venir desde la cúpula. Efectivamente de haberse instaurado una ley electoral que estableciera un sistema uninominal (se elige un senador y diputado por distrito), como el existente en Australia e Inglaterra, y postulado por intelectuales como Patricio Navia y Álvaro Fischer, estoy seguro que se hubiera removido en forma positiva el marmóreo escenario político. Pero, en la realidad, en el diseño de las instituciones políticas, antes que cualquier concepto republicano, prima la evaluación personal sobre cómo me afecta el nuevo orden.
Entonces, ¿todo seguirá igual?
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal