viernes, noviembre 23, 2007

ANOREXIA EMOCIONAL

• Creo que pasarán varios años antes de ver el recambio
de liderazgos que la Alianza necesita

Un pétreo sector de la dirigencia política de la Alianza no termina de zafar del pinochetismo. La vez que logró desprenderse de su inhibidora sombra y distanciarse de la dialéctica del SI y NO, estuvo a punto de ganar el sillón presidencial (Lavín versus Lagos). Luego de ese interregno, e inmune a sus derrotas electorales, vuelve a perder toda sintonía con los electores para abrazar con entusiasmo juvenil una estrategia que refleja una preocupante anorexia emocional.

Basta agitar un poco la coctelera del desalojo o de las reminiscencias a la UP para oler un hedor autoritario, ése que bajaba desde los altos del cerro San Cristóbal pisoteando toda la tradición republicana, aunque hubiese sido imperfecta, al son de los sables desenvainándose y de la pesada cadencia del canto de Chacarillas.

Mientras esa dirigencia aliancista no dé un paso al lado, y surja un nuevo liderazgo libre de esas ataduras y espectros, continuará proyectando una imagen autócrata y la Concertación podrá estar tranquila y absorber dos o tres desastres de la magnitud del Transantiago sin que peligre su hegemonía electoral.

No sostengo que la táctica política del desalojo nos devuelva hoy a la disyuntiva entre democracia y dictadura, por mucho que la recuerda. Sería faltar el respecto a los lectores. La cuestión es más sutil que esa fofa caricatura.

A los que crean que exagero, les recuerdo las recientes palabras del senador presidente de la UDI: “Está ocurriendo algo similar a lo de la Unidad Popular en el sentido de los malos resultados y el caos”. Y traigo al ruedo también a otro senador aliancista que pretende arrastrar a RN al lance político con las banderas del desalojo.
Ya sé que no se está promoviendo la vía violenta a La Moneda, ni llamando a la fuerza para que haga la tarea que la Alianza es incapaz de lograr por el carril de la persuasión, pero no me vengan a desconocer que esa referencia a la UP y ese discurso disruptivo no es propio sino que de una cultura pendenciera.

¿Qué hacer?

Me parece inimaginable que el cambio necesario lo implementen los actuales líderes aliancistas. Si no han tenido esa lucidez política antes, no veo porqué la tendrían ahora.

En un mundo ideal el cambio pudo venir desde la cúpula. Efectivamente de haberse instaurado una ley electoral que estableciera un sistema uninominal (se elige un senador y diputado por distrito), como el existente en Australia e Inglaterra, y postulado por intelectuales como Patricio Navia y Álvaro Fischer, estoy seguro que se hubiera removido en forma positiva el marmóreo escenario político. Pero, en la realidad, en el diseño de las instituciones políticas, antes que cualquier concepto republicano, prima la evaluación personal sobre cómo me afecta el nuevo orden.

Entonces, ¿todo seguirá igual?

No quiero recurrir al cliché de que no hay mal que dure cien años, pero creo que pasarán varios antes de ver ese recambio que urge en la Alianza.
Los candidatos presidenciales aliancistas tendrán que seguir compartiendo el podio con unos postulantes a parlamentarios imbuidos del espíritu del desalojo y de las reminiscencias a la UP.
En su esmero por capturar esos puntos porcentuales faltantes que permita acceder al sillón de La Moneda, la simultaneidad de las elecciones presidenciales y congresales continuará desnudando la actual dicotomía aliancista: disruptiva (opción parlamentaria) versus integradora (opción presidencial).
Publicado en Revista Capital Nº214 de octubre de 2007 (p.137)

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