martes, octubre 09, 2007

CRÍTICA o DECLAMACIÓN

Para Ignacio Valente La ley natural sería “la mejor novela de Gonzalo Contreras” (El Mercurio, 21 de mayo); por el contrario, para Juan Manuel Vial esa obra “está compuesta, de capitán a paje, por retratos sin alma, por espectros torpes que pululan entre los confines de una trama que se va haciendo cada vez más irrelevante” (Capital N°133). A su vez, Marcelo Soto sale al ruedo y la califica como “una novela ágil, sugerente, escrita con la precisión de un estilista” (La Tercera, 30 de mayo).

Los contrastes siempre me estimulan. Por lo mismo, si al leer esas críticas aún no hubiese comprado La ley natural, de seguro habría partido de inmediato a hacerlo. Sin embargo, cuando se publicaron esas críticas hacía días que había concluido la lectura de ese libro (y advierto que se lee de un tirón, lo que no es poco mérito). Entiendo que una disparidad de juicios de esa magnitud haga a otros abstenerse de adquirirlo. Mal que mal, una crítica promisoria es una invitación a la lectura y, a la inversa, una devastadora prende una luz de precaución.

Las enormes disparidades en los juicios de esos tres columnistas me llevan a aventurar, por una parte, una descripción representativa de un grupo del actual quehacer crítico chileno y, por otra, a referirme a una de las posibilidades exploradas por la crítica literaria periodística en otros confines.

Un sector relevante de la crítica chilena periodística tiene un fuerte componente voluntarista. Así, por ejemplo, en decenas de ocasiones se sorprende al reparón analizando lo que él estima que debió ser la obra comentada, en vez de acotar su examen a lo que esa creación realmente es. Hace algún tiempo leí que “la literatura chilena parece haberse perdido a veces en un narcisismo que evita con pinzas cualquier asomo del país real” (¿por qué la literatura debe referirse al país real? ¿qué tiene de negativo vagar por países ficticios? Ojalá alguien nos pudiera decir cuál es el país real por lo demás). Ese prejuicio que hace referirse a un objeto distinto al analizado y que se cimbra como un espectro encandilador sobre a una parte de la crítica chilena, me recuerda la prevención de Flaubert: “hay que hacer crítica como se hace historia natural, con ausencia de toda idea moral. No se trata de declamar sobre tal o cual forma, sino que exponer en qué consiste”.

A tal extremo se llega en Chile, que cuando uno de los popes de la crítica al ser consultado por un periodista sobre su doble calidad, ese vate no trepida en responder que no debe olvidarse que él es ante todo un sacerdote y que su labor de crítico está al servicio de Dios.

En cambio, en la crítica periodística extranjera es usual, y aquí va la segunda idea que quiero poner sobre la mesa, encontrar en los análisis literarios también una ocasión para adentrarse en los diversos aspectos y posibilidades que presenta la creación narrativa. En otras palabras, en esa crítica suele encontrarse un punto de partida para pensar sobre aspectos literarios o culturales en general, y no necesariamente para canonizar los caprichos del crítico de turno. Ejemplos son David Logde, quien recogió en El arte de la ficción sus columnas semanales del suplemento literario de The Independent on Sunday. Ahí, lo vemos transitar a través de la caracterización del narrador omnisciente, de la novela epistolar o del monólogo interior extendiendo la perspectiva y comprensión del lector común (no académico).

También fue un ejemplo de ese método Pier Paolo Pasolini, quien recopiló en Descripciones de descripciones (ambas obras publicadas por Ediciones Península) sus colaboraciones literarias para el semanario Tempo. Por medio de su prosa, el lector se adentra de la mano de los juicios estéticos del romano en obras como Cien años de soledad de García Márquez, Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski o Todo modo de Leonardo Sciascia.

Desalentado por el actual estado de la crítica chilena, me pregunto por qué no aprovechar también la oportunidad que se tiene para reflexionar sobre la obra criticada, su género, los temas tratados, sus influencias, en vez de -mayoritariamente- perder el tiempo declamando normas de deber ser bastante discutibles y que tan poco aportan al lector y a los autores. Si se alternara un proceso ilustrativo, como el descrito, con el punto de vista del comentarista, sacudido de su trastienda de prejuicios, o al menos transparentándola, se daría un paso significativo que se agradecería.

(Publicado en Revista Capital, N°140, septiembre de 2004, p. 118).

2 Comentarios:

Blogger Gonzalo B dijo...

Otro libro reciente en la línea del que mencionas de David Lodge es Reading Like a Writer de Francine Prose. Escritora y profesora de literatura, Prose publicó este volumen con el fin de ayudar al lector común a adentrarse en otros aspectos del entramado literario como la estructura de los párrafos o los diálogos y apoyada en pasajes de obras que van desde Roth a Tolstoy. Se trata de un libro que a pesar de ser concebido para un público no necesariamente académico, me parece que es de utilidad (y entretención) tanto para un crítico o un escritor como para el lector común.

5:09 p. m.  
Blogger Unknown dijo...

Tu columna me hizo recordar lo que escribió Iván Thays, escritor peruano, en su blog moleskine literario. Es un blog donde se puede leer la gran mayoría de las noticias literarias relevantes de cada semana. Aquí va el comentario:
"La hiperventilación es una respiración rápida o profunda, generalmente causada por ansiedad o pánico. Pero para Camilo Marks, el crítico de la Revista de Libros, "hiperventilado" es un autor muy promocionado como Daniel Alarcón. Cuando un crítico pretende ser ingenioso en el ataque ya sabemos por dónde va la mano; más aún si lo hace de una manera tan fallida. En su columna habitual, el iracundo y furibundo Marks (y por lo tanto, más cerca a la hiperventilación que el propio Daniel) pretende criticar Radio Ciudad Perdida (Alfaguara) pero lo único que hace es sumar una serie de adjetivos pretendidamente ofensivos sobre su prosa, sin mediar explicación ni ejemplo que nos permita ver a qué se refiere. Llama a técnicas tan usuales como el flashback o el racconto "viejos trucos" (y curiosamente, hace unos meses alabó la última obra de Cueto en la que esos mismos "trucos" aparecen constantemente). Lo único que queda claro al leer la reseña es que Camilo Marks tiene prejuicio contra un autor que le parece excesivamente promocionado, y ha leído su obra con el rabillo del ojo. Un vicio de muchos críticos actuales, incapaz de separar sus odios y filias editoriales de los textos que leen. No se hiperventile, don Camilo."

1:11 p. m.  

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