martes, octubre 23, 2007

ENFRENTAMIENTO CULTURAL
Durante años se habló de los vínculos financieros encubiertos de Frei Montalva y su partido con Washington. Como el conocimiento acerca de la estrecha relación entre los líderes DC y USA era más bien un problema de prueba que de convicción, no sorprendió a nadie su esclarecimiento tras la desclasificación de los archivos de la CIA y de la diplomacia americana.
Ahora se sabe que el apoyo económico prestado por USA, prolongado hasta bien avanzada la década del 70, no tenía únicamente el propósito político de contener el avance del comunismo que habría encabezado Salvador Allende, sino que también tuvo uno de carácter cultural. Sorprende que esta otra faceta de esa colaboración haya pasado tan piola, como si no tuviese nada de particular.
Me causa fascinación el hecho que en medio de ese desenmascaramiento haya salido a la luz pública la disputa cultural que escondía esa ayuda, como refleja el informe de la embajada Norteamericana en Chile fechado el 26 de agosto de 1962, dirigido al Departamento de Estado, en el cual se aventuran sabrosos juicios sobre la alta sociedad chilena, esa mezcla tan inasible de mimada oligarquía y adulada plutocracia. Ese despacho secreto la acusa de estar “orientada a Europa”, y concluye que tal era su esnobismo que se consideraba a sí misma como “superior culturalmente a la estadounidense”. ¡Quién hubiera imaginado que ese apadrinamiento, inmerso en la lucha de USA por consolidar su hegemonía mundial, tuvo una fuerte carga de resentimiento!
Aunque no se diga en forma abierta, las intenciones siempre salen a flote y quedan en evidencia. Luego, no es de extrañar que el cambio sociopolítico producido a partir del año 65, promovido y exigido por USA, y que significó el brusco fin del predominio de ese cerrado grupo dominado por el sector agrario del Valle Central, haya sido una especie de avanzada imperialista que, como esos huracanes que azotan las costas de Florida, vino a barrer las cómodas jerarquías criollas que daban sus últimos alientos sobre el gastado escenario chileno, en aras de instaurar en este extremo del continente una cultura que antes que todo respondiera al canon norteamericano.
Pero como los esfuerzos de colonialismo cultural no siempre logran el resultado deseado, a mi juicio la posterior decadencia sufrida por el Valle Central tras el triunfo de la alianza DC-USA, en vez de acentuar el espíritu democrático que caracteriza a la cultura americana, lo sacrificó tanto en la generación de esa época como en la de sus hijos y nietos. ¡Cómo no!, si esa alta sociedad dejó de sentirse protegida y consideró que el sistema político democrático atacaba posiciones que le eran vitales y, por lo mismo, se convirtió sin disimulo en su más hostil enemigo. A partir de entonces, sus miembros jugaron la carta marcada del quiebre institucional. A ver si de esa forma nos deshacemos de este corsé que cada día nos aprieta más, de seguro fue su pensamiento (obvio, aunque solapado, porque esas reflexiones jamás se dicen abiertamente).
Hasta aquellos días, ese grupo siempre había detectado a tiempo los intentos por desviar el rumbo natural de las cosas. Esa pericia, si no virtuosismo, le había permitido dirigir las aguas a la rueda de su propio molino, tal como, por ejemplo, había sucedido con el triunfo del Frente Popular en el año 38. Tan seductora fue su conducta, y el arribismo de sus adversarios, que no tuvo dificultad para incorporar a su redil a los sujetos más díscolos, como lo muestran los giros que dieron los contestatarios parlamentarios Arturo Alessandri y Gabriel González Videla una vez que llegaron a la presidencia.
¿Cuántas penumbras tuvo que vivir ese grupo antes de volver al poder? Pero ni siquiera el restablecimiento del antiguo poder, con la complacencia de los revolucionarios de ayer (transformados con el paso del tiempo en unos astutos chicos de salón, como retrata Germán Marín: Un mundo mudo levanta la vista, Sudamericana, 2002) ha sido suficiente para restaurar en éste la fe en el sistema democrático. ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para que abandone la remembranza del interludio militar? ¡Preguntémosle al Departamento de Estado!
(Publicado en Revista Capital N°144 de noviembre de 2004, p. 166).

1 Comentarios:

Blogger socióblogo dijo...

Si ese imperialismo hubiese significado que hoy tuviésemos una constitución como la de Estados Unidos, bienvenido sea. Pero eso es soñar demasiado.

10:13 p. m.  

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