miércoles, abril 11, 2007

ESTULTICIA

Al comparar los discursos políticos del siglo XIX con los escuchados tras el triunfo de NO en el año 1988, parece que los actuales dirigentes tienen complejos en marcar sus diferencias, ¿o no las hay? En el pasado no podía importar menos mostrarse tal como se era y pensaba.

Hoy nadie quiere correr el riesgo de que lo tilden de disonante de la melodía en boga, monótona y rutinaria. Delimitar fronteras resulta antediluviano, a tal extremo que los antiguos revolucionarios son quienes más se esmeran por esfumar toda línea divisoria. El poder fue más seductor que la utopía, ya no están los tiempos para ser realista y pedir lo imposible, dicen. Así, no ha faltado quien los ha llamado traidores. Con su nueva careta de burgueses han copado la escena. Basta mirar para el lado, sin importar si es el derecho o el izquierdo, para advertir que la estulticia apagó todo deseo de vivir audaz. Ser calificado de conflictivo ha pasado a ser tan grave que legitima la total exclusión política y social del díscolo.

Resulta cómico que ésos que tanto se odiaban, ahora quieran ser uña y mugre. ¿Qué dirían Alessandri, Allende y Frei Montalva si vieran tanto besuqueo? Esa pegajosa uniformidad también es atribuible a la nefasta sobreinfluencia de los asesores de imagen. ¡Hasta por sus vestimentas los políticos contemporáneos parecen locutores de continuidad! Esta similitud va mucho más allá que la estandarización americana de los usos, colonización que tiene mucho más de vasallaje cultural que de otra cosa, por mucho que ahora se la disfrace bajo el lema de la globalización.

Esta cínica identidad podría haber sido comprensible apenas se recuperó la democracia. Pero, ¿hoy sigue teniendo justificación?

A veces medito si acaso no eran preferibles los tiempos de ruptura, de agudas fricciones, donde los paros y las huelgas hacían temblar incluso a los más audaces. ¿O será pura nostalgia? Hasta hace poco no resolvía con cuál época quedarme. En momentos admitía que la actual, cualitativamente chata, sin relieves y de ritmos constantes, era mejor que aquellas otras tan ricas en disputas.

En los días pasados me detuve en las imágenes del periódico (las de celebración del “11” y del “5 de octubre”) concentrándome en los adeptos que figuraban en las fotografías y observé que en todos ellos también se daba la somnolencia mesocrática dominante.

Pienso en la fina percepción que del mundo moderno tuvo el valenciano Genovés, o el propio Nemesio Antúnez, al pintar esas aplastadas muchedumbres anónimas, sin detalles diferenciadores, pululando a la deriva de un lado para otro.
(Publicado en Revista Capital, N°118, octubre de 2003, p. 144).

Nota:
Este artículo motivó una incompresible carta del señor Sergio Reiss G., publicada en Revista Capital, N°119, octubre de 2003, p. 152. A continuación se transcribe:

En mi calidad de lector y suscriptor de Capital, debo señalar que en el 90% de las veces la revista es acertada, entretenida y bien informada. Sin embargo, hay veces que desentona. En el número 116 del mes de septiembre se publica un artículo del Sr. J. I. Correa A. (pág. 132) que aporta bien poco a Capital.

No conozco a su autor ni tengo nada personal en su contra, pero describir a Chile como “insulso” fundado en que la variedad culinaria existente en Santiago es señal de siutiquería, especialmente en sus barrios “in”, Avda. Italia, Bellavista, etc. y eso mezclarlo con los cementerios-parque que no le gustan al Sr. Correa, porque la muerte es fea y por lo tanto los cementerios deben ser de cemento donde (textual) “el hedor de nuestros pecados permite seguirnos el rastro”, es señal de que algún problema extraño aqueja al autor de dichas líneas, puesto que termina con una total incoherencia diciendo que espera que en los próximos 30 años el crecimiento económico del país sea más “cultural”?, y así sus hijos y nietos puedan compartir en un “ambiente más plural y educado”.

No pretendo ser intelectual ni criticar por criticar pero a mis 60 años puedo reconocer cuando estoy en presencia de una lectura que no meece se publicada en vuestra prestigiosa revista.

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