¿MIEDO AL DEBATE?
- Basta mirar para el lado, según Javier Cercas, sin importar si es el derecho o el izquierdo, para observar que la somnolencia mesocrática apagó todo deseo de un vivere pericoloso.
El establishment inoculó la república con un virus que cuan brutal metástasis mató el debate público. En uno de sus últimos simposios, esos bienpensantes advirtieron por enésima vez el riesgo de poner en peligro la actual gobernabilidad del país con acusaciones que responsabilicen a la clase política de los graves casos de corrupción descubiertos. En buenas cuentas, hoy esos Richelieu arguyen la misma cantinela con que antes justificaron no llegar al fondo en el caso de los Pinocheques y del MOP: no hay que debilitar la naciente democracia, predican con la mirada en lontananza, como si sólo ellos pudieran acceder a una verdad inalcanzable para los restantes ciudadanos.
Sin llegar a los extremos que nos revelara El Gran Inquisidor, en la reciente puesta en escena del genial Peter Brook en su visita al Teatro a mil, al explorar la naturaleza humana y recordarnos que es mejor que nos esclavicen y nos den de comer, pues al estómago no se lo engaña con idealizaciones, la anotada sobrevaloración de la gobernabilidad ha transformado la política en una actividad sin ideas.
Sería absurdo volver a los tiempos en que ser realista era pedir lo imposible parafraseando a Dany el rojo, pero me ha dejado pensativo una entrevista a Javier Cercas en la que prevenía que en el actual vivere cauto los burgueses han copado la escena. Es como si haber conquistado el poder hizo que se perdieran los sueños. Basta mirar para el lado, concluía el escritor español, sin importar si es el derecho o el izquierdo, para observar que la somnolencia mesocrática apagó todo deseo de un vivere pericoloso. ¿Estamos tan bien que ya no tiene sentido aspirar a una sociedad mejor y más justa?
El paroxismo de esta enfermedad se mostró con la clausura del debate que significó la decisión de la mesa de la Cámara de Diputados declarando inadmisible el proyecto que despenalizaba hipótesis de conductas de aborto consentido, fundado en una hipocresía reglamentaria tras la cual se ocultó la decisión política de un variopinto grupo de parlamentarios en orden a evitar que los temas morales sean discutidos. Declaración que fue validada en la sesión del 21 de noviembre de 2006 por 61 votos contra 21 votos y 3 abstenciones.
En otras palabras, el 71,76 % de los diputados no están dispuestos a debatir sobre las bondades de sus creencias. Prefieren imponerlas vía decreto y censura. La persuasión implica ilustración, esfuerzo y voluntad.
La inadmisibilidad decretada me hizo recordar la advertencia de John Stuart Mill sobre la inclinación del hombre a imponer sus propias preferencias como regla de conducta para los demás. Y también evocar los cuatro motivos que, según Mill, justifican el debate: primero, porque no hay ninguna razón para pensar a priori que una opinión no es verdadera; segundo, porque, aunque ésta sea errónea, puede contener una porción de verdad; tercero, porque cuando una idea no es vigorosa y lealmente discutida deja de ser comprendida en su sentido y en sus fundamentos sociales; y, cuarto, porque al no ser debatida pierde vitalidad. Así, concluye Mill, sólo en la colisión de opiniones adversas existe alguna probabilidad de reconocer la verdad.
¿Puede identificarse a Chile como una sociedad libre si sus representantes optan, en la permanente lucha entre la libertad y la autoridad, por la imposición?
Sin llegar a los extremos que nos revelara El Gran Inquisidor, en la reciente puesta en escena del genial Peter Brook en su visita al Teatro a mil, al explorar la naturaleza humana y recordarnos que es mejor que nos esclavicen y nos den de comer, pues al estómago no se lo engaña con idealizaciones, la anotada sobrevaloración de la gobernabilidad ha transformado la política en una actividad sin ideas.
Sería absurdo volver a los tiempos en que ser realista era pedir lo imposible parafraseando a Dany el rojo, pero me ha dejado pensativo una entrevista a Javier Cercas en la que prevenía que en el actual vivere cauto los burgueses han copado la escena. Es como si haber conquistado el poder hizo que se perdieran los sueños. Basta mirar para el lado, concluía el escritor español, sin importar si es el derecho o el izquierdo, para observar que la somnolencia mesocrática apagó todo deseo de un vivere pericoloso. ¿Estamos tan bien que ya no tiene sentido aspirar a una sociedad mejor y más justa?
El paroxismo de esta enfermedad se mostró con la clausura del debate que significó la decisión de la mesa de la Cámara de Diputados declarando inadmisible el proyecto que despenalizaba hipótesis de conductas de aborto consentido, fundado en una hipocresía reglamentaria tras la cual se ocultó la decisión política de un variopinto grupo de parlamentarios en orden a evitar que los temas morales sean discutidos. Declaración que fue validada en la sesión del 21 de noviembre de 2006 por 61 votos contra 21 votos y 3 abstenciones.
En otras palabras, el 71,76 % de los diputados no están dispuestos a debatir sobre las bondades de sus creencias. Prefieren imponerlas vía decreto y censura. La persuasión implica ilustración, esfuerzo y voluntad.
La inadmisibilidad decretada me hizo recordar la advertencia de John Stuart Mill sobre la inclinación del hombre a imponer sus propias preferencias como regla de conducta para los demás. Y también evocar los cuatro motivos que, según Mill, justifican el debate: primero, porque no hay ninguna razón para pensar a priori que una opinión no es verdadera; segundo, porque, aunque ésta sea errónea, puede contener una porción de verdad; tercero, porque cuando una idea no es vigorosa y lealmente discutida deja de ser comprendida en su sentido y en sus fundamentos sociales; y, cuarto, porque al no ser debatida pierde vitalidad. Así, concluye Mill, sólo en la colisión de opiniones adversas existe alguna probabilidad de reconocer la verdad.
¿Puede identificarse a Chile como una sociedad libre si sus representantes optan, en la permanente lucha entre la libertad y la autoridad, por la imposición?
(Publicado en Revista Capital N°198 de febrero de 2007, p. 113).
2 Comentarios:
Muy interesante el tema, y al respecto pienso que el poder los inmoviliza, y sería riesgoso jugarse por algo para la estabilidad de sus puestos, o porque hay muchos intereses encontrados.
Nos vamos de un extremo a otro. Antes del 73 muchos creían que Chile daba para todo, total la institucionalidad política era fuerte y teníamos tradición republicana. Ahora, en cambio, es como si se percibiera que la institucionalidad es tan pero tan frágil que es mejor no tensionar las cosas ni un solo poco.
A veces es bueno prestarle atención a debates de afuera. Cuando se debatía lo de la invasión a Iraq en España hubo una discusión fuertísima en el parlamento. Recuerdo claramente como Aznar y su opositor (que puede haber sido Rodríguez Zapatero, pero no estoy seguro) iban subiendo al podio en turnos para discutir sus posturas y lo hacían sin piedad. No sé si Aznar habrá pensado que una oposición que cuestiona sus decisiones haya sido peligrosa para la 'gobernabilidad'; al menos no se lo escuché decir. Sería un contrasentido: la democracia depende del debate y de un 'libre mercado de las ideas'.
Interesante tema.
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