UNA RENOVACIÓN PENDIENTE
Ha quedado atrás la canícula electoral que dominó el escenario político en los meses pasados. La presidencia ya tiene nombre y esta vez de mujer. Sus primeros pasos muestran un férreo mando y una estimulante independencia de los partidos de su coalición. Así, se aleja el temor que algunos tenían sobre ella en cuanto a que era un producto mediático sin capacidad para gobernar o tomar decisiones por sí misma.
Ahora, los partidos de derecha han empezado a preparar sus elecciones internas y en la temática de los eventuales presidenciables se echan de menos propuestas concretas sobre su futura institucionalidad interna.
¿Es posible aspirar a La Moneda en 2010 dejando de lado este aspecto organizacional?
No, que nadie se engañe. Mientras esos partidos no se abran a una sociedad plural y se organicen bajo parámetros modernos seguirán observando la casa de gobierno desde la Plaza de la Constitución.
La estructura de la UDI y de RN está agotada: al interior de la UDI no hay participación efectiva de las bases ni pluralidad de pensamiento (baste observar la descalificación estalinista que recibió el alcalde Gonzalo Cornejo por haberse atrevido a decir una verdad más grande que una catedral, pero que la sempiterna dirigencia de la UDI se niega a ver); y, por su parte, RN es un partido sin gobierno, con una organización inadecuada para actuar en la sociedad de masas en que vivimos.
En política una sociedad plural significa sumar en pos de un proyecto común y no restar. Las permanentes rencillas (sin calificativo, para no decir francamente menores) en que se enfrascan con habitualidad los dirigentes de la derecha no resultan interesantes para su clientela. En política hay que encantar, y para eso el elector debe identificarse en aspectos sustantivos y formales con quienes piden su apoyo. Es obvio que el ambiente creado por esas querellas difícilmente tiene ese efecto.
Desde el punto de vista de la organización, el siglo XXI exige una estructura partidista democrática y eficiente. ¿Por qué los partidos de derecha no tienen una organización eficaz, y en cambio las empresas sí? ¿Acaso una campaña política no requiere divulgar un mensaje al mayor número posible de consumidores? ¿Es realista intentar esa meta, sin contar con una plataforma nacional, provincial, comunal y poblacional, y además sectorial, arraigada y eficiente? Sería un despropósito afirmar que esa falta de institucionalidad es promovida como una forma para continuar excluyendo y así designar y remover a dedo a dirigentes o candidatos. Si fuese así está claro que unos pocos mantendrán una cuota considerable de poder, pero siempre desde al otro lado de La Moneda.
Ha quedado atrás la canícula electoral que dominó el escenario político en los meses pasados. La presidencia ya tiene nombre y esta vez de mujer. Sus primeros pasos muestran un férreo mando y una estimulante independencia de los partidos de su coalición. Así, se aleja el temor que algunos tenían sobre ella en cuanto a que era un producto mediático sin capacidad para gobernar o tomar decisiones por sí misma.
Ahora, los partidos de derecha han empezado a preparar sus elecciones internas y en la temática de los eventuales presidenciables se echan de menos propuestas concretas sobre su futura institucionalidad interna.
¿Es posible aspirar a La Moneda en 2010 dejando de lado este aspecto organizacional?
No, que nadie se engañe. Mientras esos partidos no se abran a una sociedad plural y se organicen bajo parámetros modernos seguirán observando la casa de gobierno desde la Plaza de la Constitución.
La estructura de la UDI y de RN está agotada: al interior de la UDI no hay participación efectiva de las bases ni pluralidad de pensamiento (baste observar la descalificación estalinista que recibió el alcalde Gonzalo Cornejo por haberse atrevido a decir una verdad más grande que una catedral, pero que la sempiterna dirigencia de la UDI se niega a ver); y, por su parte, RN es un partido sin gobierno, con una organización inadecuada para actuar en la sociedad de masas en que vivimos.
En política una sociedad plural significa sumar en pos de un proyecto común y no restar. Las permanentes rencillas (sin calificativo, para no decir francamente menores) en que se enfrascan con habitualidad los dirigentes de la derecha no resultan interesantes para su clientela. En política hay que encantar, y para eso el elector debe identificarse en aspectos sustantivos y formales con quienes piden su apoyo. Es obvio que el ambiente creado por esas querellas difícilmente tiene ese efecto.
Desde el punto de vista de la organización, el siglo XXI exige una estructura partidista democrática y eficiente. ¿Por qué los partidos de derecha no tienen una organización eficaz, y en cambio las empresas sí? ¿Acaso una campaña política no requiere divulgar un mensaje al mayor número posible de consumidores? ¿Es realista intentar esa meta, sin contar con una plataforma nacional, provincial, comunal y poblacional, y además sectorial, arraigada y eficiente? Sería un despropósito afirmar que esa falta de institucionalidad es promovida como una forma para continuar excluyendo y así designar y remover a dedo a dirigentes o candidatos. Si fuese así está claro que unos pocos mantendrán una cuota considerable de poder, pero siempre desde al otro lado de La Moneda.
(Publicado en Revista Capital, N°175, marzo de 2006, p. 120).
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